miércoles, 5 de julio de 2017

Enfermedades Psicosomáticas: cuando la mente enferma al cuerpo

El origen del Trastorno Psicosomático

Cuando un problema emocional no se resuelve se puede convertir en un problema físico, a eso se le llama somatizar. Se presentan una gran diversidad de síntomas físicos y emocionales en los llamados trastornos de ansiedad, entre los cuales se destacan: los de ansiedad generalizada, las fobias, el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno de estrés postraumático, el trastorno y ataque de pánico, por citar algunos.
En su origen los trastornos se presentan por el hecho de pasar por un acontecimiento tensionante real o ficticio, lo cual activa mecanismos adaptativos como el miedo, el enfrentamiento o la huída ante una situación de amenaza, por ello las condiciones actuales relacionadas con agentes biológicos patógenos como el virus de la influenza, podrán agravar la situación de los pacientes con trastornos de ansiedad y seguramente hará que aparezcan nuevos casos de estos trastornos mentales.
En relación a los cuidados físicos, es importante entre otros aspectos activar nuestros mecanismos de defensa.  Por ejemplo, los mecanismos locales tienen como función principal bloquear el ingreso de gérmenes patógenos al organismo, por lo que se encuentran en áreas en contacto con el medio ambiente, como la piel, el aparato respiratorio, el aparato digestivo y otros (Pérez, 2000). Un indicador importante relacionado con este primer mecanismo de defensa y que nos puede hacer pensar que una amenaza real se esta convirtiendo en una amenaza mental o en un trastorno mental, es tener pensamientos rumiantes u obsesivos con respecto al lavado constante de las manos. Tocar de manera intencional o involuntaria un objeto para algunas personas se les convierte en un pensamiento en donde “ya se contagiaron o se contaminaron” y necesitan lavarse muy constantemente las manos, incluso hay quienes debido a esta actividad se provocan lesiones en la piel (irritación, desecación o descamación) por el uso exagerado de lociones o gel para asearse.
Causas que generan ansiedad
A continuación se exponen algunos ejemplos de los síntomas de padecimientos que provocan una fuerte ansiedad:
·       Tengo una carga de trabajo impresionante, ando corriendo todo el día de un lado para el otro y por más que me apuro no me alcanza el día para hacer mis actividades. Me siento muy cansado y sin energía, incluso me siento tan presionado que las cosas se me olvidan, pero mi médico dice que no tengo nada y eso me enoja (Roberto, Estrés)

  • Me preocupo por todo a mí alrededor y me preocupa estar preocupada hasta por cosas mínimas como salir al supermercado. Incluso he tenido problemas de gastritis y colitis (Silvia, Trastorno de Ansiedad Generalizada).
  • Soy un hombre físicamente fuerte, sin embargo; me es imposible subirme a un avión (Luis, Fobia a volar o aerofobia).
  • Cuando llego a una fiesta, pienso que todo mundo me mira y me critica. Me sonrojo y por supuesto prefiero estar en una esquina antes que hablar con las personas. Me es imposible hablar en público (Mary, Fobia Social).
  • No puedo hacer nada sin rituales, me lavo tres veces el cabello cuando me baño, me lavo las manos constantemente, no tolero el polvo en mi casa y pienso que algo o alguien me puede contaminar, eso me tiene con tensión todo el tiempo (Claudia, Trastorno Obsesivo Compulsivo).
  • De la nada me siento muy mal, mi corazón late fuertemente, siento que no puedo moverme, creo que me voy a volver loco, me falta el aire y he sentido incluso miedo a morirme (Víctor, Trastorno de Pánico).
  • Me la paso todo el tiempo preocupado por mi salud. Si escucho una enfermedad en poco tiempo ya siento tener esos síntomas, incluso traigo diferentes medicamentos en mi bolso, sólo por si los llegara a necesitar, aunque los médicos dicen que “no tengo nada” (Paulina, Hicondriaca).

La vida cotidiana nos lleva a estar alertas todo el tiempo. Vivir en una ciudad nos hace activar mecanismos tan viejos como las emociones, las cuales nos sirven entre otras cosas para comunicarnos, adaptarnos a diversas situaciones,  comunicar nuestros estados de ánimo profundos e interactuar en la sociedad.
Emoción significa conmover. El medio ambiente que nos rodea, la forma como nuestros propios padres las manifiestan y nuestros propios pensamientos, activan nuestras emociones y entonces se activan algunos estados fisiológicos y sentimientos subjetivos.
La reacción que presentamos ante un discurso en público es interpretada de forma distinta por cada persona. Alguien puede sudar y sentir tensión emocional, mientras que otra simplemente no quiere dejar el micrófono y gusta de seguir hablando. Dicho estímulo le puede producir un fuerte latido cardíaco asociado con estrés positivo, mientras que a alguien más le puede dejar paralizado siendo el inicio de un trastorno de ansiedad.
La relación entre mente y cuerpo
Aunque en la actualidad se tiene una idea más integral de cuerpo y mente como un todo, esto no siempre fue así. El hombre ha pasado por diversos paradigmas: Darwin (1809-1882) lo consideraba un ser biológico, para Descartes (1596-1650) el ser humano era racional, para Sigmund Freud (1856-1939) el ser humano era un ser psicológico, mientras que para Comte (1789-1857) el ser humano era un ser social.  De esta manera hoy día en esta integración mente y cuerpo del hombre se le considera como un ser: biopsicosocial (Barrera, 2008). Los cierto es que lo que afecta al cuerpo repercute en la mente y viceversa.
Los conocimientos actuales indican que hay mucho de físico en los trastornos mentales y mucho de mental en los trastornos físicos (DSM-V). 
Los mecanismos naturales de adaptación al medio ambiente
En la lucha adaptativa de la vida en lo que Darwin llamó la selección natural, las emociones de acuerdo al autor de la teoría de la evolución de las especies, tienen una función adaptativa al medio ambiente y de comunicación entre las especies.  Para Freud, las emociones se asocian con pulsiones instintivas que se encuentran en la personalidad y el inconsciente.
Con un enfoque también adaptativo en el primer cuarto del siglo pasado, el médico y fisiólogo Hans Selye (1945), relacionó los síntomas físicos de los enfermos con un sentido de lucha, enfrentamiento o huída ante una condición amenazante del medio, afirmó que: el stress es la respuesta inespecífica del organismo ante cualquier exigencia inesperada que, en general, se activa frente a una señal de peligro que produce miedo como mecanismo para la supervivencia del organismo (Selye, citado en Barrera, 2002).
El estrés se produce por un estímulo que crea un ambiente determinado, unos pensamientos y unas reacciones fisiológicas asociadas al estímulo estresor (violencia intrafamiliar, un accidente de tránsito, vivir una experiencia cercana con la muerte, enfermar o casarse), creando un desequilibrio físico químico y eléctrico, el cual se manifiesta en conductas fisiológicas y mentales. Sin embargo, el impacto recibido por cada persona será distinto aún cuando hayan presenciado el mismo acontecimiento. El escritor inglés William Shakespeare decía: “las cosas no son buenas ni malas, solo la mente hace que lo sean”.
Es “normal” sentir ansiedad ante acontecimientos como recibir un premio, conocer a la chica de sus sueños o presentar un examen. Dichos estímulos activan de forma natural mecanismos adaptativos para hacerles frente. Y, cuando la persona no puede adaptarse a los acontecimientos de la vida cotidiana, le producen nerviosismo que crece y se puede convertir en: estrés crónico, trastornos de ansiedad y puede desencadenar incluso un ataque de pánico o la muerte.
Si el cuerpo no puede soportar una gran carga de estrés se agota y enferma. Los síntomas iniciales de los desórdenes relacionados con el estrés incluyen un desequilibrio y se manifiesta como lo señala Balch (1990) en la parte fisiológica se transforman en: desórdenes digestivos, presión arterial alta, dolores de cabeza y mareos. Cuando el cerebro está bajo estrés, produce un exceso de la hormona ACTH, la cual inhibe la fabricación de glóbulos blancos, tan vitales para luchar contra las enfermedades (Balch J. & Balch P., 1990). Esto es, si estamos estresados baja nuestro sistema de defensa natural o sistema inmunológico y somos más susceptibles de enfermar no solo física sino también mentalmente.
Las actividades de la vida cotidiana
Llegar al concepto de equilibrio u homeostasis entre mente y cuerpo ha pasado también por un recorrido histórico, el cual en principio fue tomado de la fisiología con Claude Bernard (1865), hasta llegar a la psicología con Cannon (1932).
La homeostasis y la regulación del medio interno constituyen dos de los preceptos fundamentales de la fisiología, puesto que un fallo en la homeostasis deriva en un mal funcionamiento de los diferentes órganos. La homeostasis en psicología designa la tendencia general de todo organismo al restablecimiento del equilibrio interno cada vez que éste es alterado. Estos desequilibrios internos, que pueden darse tanto en el plano fisiológico como en el psicológico, reciben el nombre  genérico de necesidades.
Todos los días enfrentamos situaciones propias y ajenas que alteran el equilibrio de nuestra vida. Divorciarnos, la muerte de un familiar, la separación de la pareja, cambiarnos de domicilio, ser víctimas de un asalto, un incendio o temblor, en fin, hasta el tener una comunicación deficiente con amigos o familiares. Enfrentar y resolver dichos acontecimientos sería lo más común pero no siempre es así, pues en la gran mayoría de los casos nos guardamos en el cuerpo y en la mente situaciones que quedan grabadas cual si fuera un archivo en la computadora.
Los riesgos de somatizar un estímulo estresante
Si un acontecimiento de la vida cotidiana no puede resolverse se guarda en la mente y en el cuerpo en lo más profundo de nuestro ser.
Cada vez son más comunes los casos de personas que recorren un sinfín de especialistas de la salud y una vez que se les practicaron análisis sofisticados, el resultado es el mismo: “usted no tiene nada, su problema es psicológico”. Con la consecuente desesperación y enojo del paciente. Sin embargo, si volvemos al planteamiento inicial, la mente crea realidad, si una persona es incapaz de enfrentar un conflicto emocional, se va a alojar en el cuerpo, es decir, somatizamos el problema.
Los trastornos somatomorfos incluyen diversas condiciones en las que un conflicto psicológico se traduce en problemas o síntomas físicos que causan perturbación o deterioro en la vida de la persona. El término somatomorfo proviene de la palabra griega soma (cuerpo).  Sin embargo, los trastornos somatomorfos son considerados psicológicos y no físicos, debido a que no existe una anormalidad física para explicar el síntoma corporal (Halgin & Krauss, 2004).
Los síntomas que presentan las personas con algún trastorno de ansiedad son reales pero la solución no se encuentra en sus cuerpos sino en sus mentes. Mi pronóstico es que aquellas personas que hoy día los padecen tienen una muy alta  probabilidad de agravarse con la actual amenaza del virus de la influenza.
Sentir ansiedad ante una contingencia como la actual es un mecanismo muy natural. Seguir las recomendaciones de las autoridades como un procedimiento de prevención es lo mejor. Sin embargo, pasar de la ansiedad, al miedo, al pánico y suponer que se tienen todos los síntomas físicos de la influenza puede ser producto de un trastorno somatomorfo, es decir, podría una persona haber somatizado la enfermedad. Evidentemente, si este fuera el caso, la intervención de los psicólogos empezará toda vez que los médicos especialistas no hayan encontrado ninguna prueba de laboratorio en donde se hayan encontrado indicios del virus. Necesitamos los profesionales de la salud hacer sinergia dejando a un lado los celos profesionales. Ni los médicos estarán dando terapia psicológica ante la presencia de una enfermedad mental, ni lo psicólogos estaremos recetando algún medicamento ante la presencia de una enfermedad física.
En todos los casos la mejor arma para combatir cualquier enfermedad es la información y las acciones coordinadas entre autoridades, profesionales de la salud y pacientes. Es importante que ante cualquier síntoma de influenza acudir con los profesionales de la salud adecuados.
Juan Antonio Barrera Méndez
Psicólogo egresado por la Universidad Autónoma Metropolitana con una trayectoria de 20 años en terapia e investigación. Especialista certificado en terapias de aplicación de Campo Electromagnético que favorecen el equilibrio entre el cuerpo y la mente. Director y Fundador de Atención y Tratamiento Psicológico

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